sábado, mayo 29, 2021

Colombia, tierra querida

 ¿Va Duque a decretar el estado de conmoción interior? Son las 5 y 4 minutos hora colombiana, del sábado 8 de mayo de 2021. Todavía no lo ha hecho, pero la amenaza flota sobre el agitado país. Duque por sí solo no lo haría. Pero el que manda es Uribe, y este sí que sería capaz de hacerlo. Mientras escribo esto, después de 10 días de inmersión total en la situación colombiana, por medio de los medios de información de que dispongo, limitados, claro, por la distancia física. Soy consciente de la parcialización y mala fe informativa de algunos de esos medios, los principales y más poderosos. Semana es desvergonzadamente Uribista, y el Tiempo es y siempre ha sido gobiernista. Los dos medios pertenecen a dos de los grupos económicos más poderosos del país. Los dueños y señores de éste. Pero la mala fe informativa no es privilegio exclusivo de Semana y El Tiempo. En realidad es un fenómeno ampliamente extendido, gracias en gran parte a las redes sociales. Y la mala fe predominante en todos los aspectos de la vida nacional. Hay mucha buena fe también, claro. Pero la buena fe no es predominante, es excepcional, y cuando se exacerba, es noticia. Buena, pero irrelevante. Si la mala fe no dominara la mentalidad de la sociedad, Alvaro Uribe no habría tenido la enorme trascendencia política e histórica que tiene y tendrá; y el inmenso poder político del cual ha dispuesto. Que para alivio general, parece estar perdiendo. 

En efecto, la tumba del uribismo puede estar abriéndose, pero la agonía del monstruo será larga, dolorosa, y sangrienta. Lo estamos viendo. Laura Gil, politóloga y analista política, afincada en Colombia, advertía contra el optimismo de algunos de sus compañeros del panel en el que participaba, que veían ante ellos un panorama de cambio progresista; y con indudable razón. Pero a Laura no le faltaba razón para su moderado pesimismo. En Colombia las maquinarias políticas regionales y locales, en connivencia con los factores de poder, como banqueros, terratenientes, ganaderos, industriales, son las que deciden los resultados electorales. En regiones enteras, sobre todo en la costa Caribe, la compra de votos es casi un fenómeno cultural. Pero además están los sistemas de manipulación de la información, los ya aludidos medios informativos conniventes con el establecimiento dominante. Y un factor soterrado, pero eficiente, el creciente religiosismo de las sectas cristianas, que son a la vez negocios, y factores de alienación cultural y política. Y que casi siempre se alían con las peores y más corruptas tendencias partidistas. 

Manipulación informativa, a varios niveles y canales de difusión. Reinante mala fe. Deshonestidad. Insidia. Perfidia en toda clase de relaciones. La corrupción generalizada es una consecuencia, un síntoma de una sociedad enferma. Hay varios otros síntomas. 

"Defectuoso" sistema de instituciones y organismos. Sistema político. Sistema institucional y político no representativo. Larga tradición de profundas inequidades sociales y económicas. Una historia de oprimidos y opresores; a veces escogidos y amados por los oprimidos. El bipartidismo liberal-conservador fue durante mucho tiempo el peor flagelo de la sociedad colombiana. 

Se dicen cosas muy coherentes, loables, constructivas. Lo que no se dice es cómo llevarlas a la calle, al barrio, a la vereda, a los sectores desposeídos de nuestra sociedad. Se habla con eufemismos, medias verdades, verdades a medias. De ahí se pasa a la mala fe descarada, tipo Andrés Pastrana, pero sobre todo María Fernanda Cabal. Qué bella ella. Dice cualquier cosa, sin importarle si es verdad o no, si tiene algo de lógica, si difama a alguien. Tan estravagante es ella, que hasta puede que le haga un favor a la verdad, el encarnar tan vívidamente la falsedad y la mentira. Personajes como Cabal y Pastrana, y otros por el estilo, difunden una narrativa enfermiza, que ignora y desfigura la realidad; como asegurar que las protestas son fruto de organizaciones siniestras, y los manifestantes son zombies pagados por las fuerzas del mal. Esto dicen, sin sonrojarse, muchas "gentes de bien." 

La mala fe es pues el factor dominante en los discursos y declaraciones, y por supuesto, acciones del gobierno y sus adherentes, sobre todo uribistas. Ese discurso tendencioso hace mucho mal, y realmente deprime. 

Es necesario identificar los diferentes hechos predominantes, y los respectivos discursos que intentan explicar, o influir la coyuntura, y sus circunstancias y antecedentes. ¿Qué está pasando?

César Caballero, prominente empresario encuestador, explicaba en entrevista con el analista Ariel Ávila su pronóstico sobre el desarrollo de la situación. Su discurso ejemplifica una de las interpretaciones convencionales de lo que ocurre y ocurrirá, la que más convendría al gobierno, y al establecimiento dominante. Según este experto, sobrevendrá una sensación de cansancio los manifestantes empezaron a perder energía, las demostraciones languideserán. Los dirigentes del paro deben tener esto en cuenta, y estar listos para ceder en sus condiciones, y contentarse con la obtenido, como el retiro de la reforma tributaria. 

Lo que observa Caballero es correcto, en cuanto posible recurrencia de experiencias anteriores. El gobierno se limita a esperar, aprovecha el cansancio de la clase media productiva, la impaciencia con los bloqueos y las vías de hecho. Pero el actual fenómeno social es nuevo, de diferente naturaleza a anteriores explosiones de descontento colectivo. Las condiciones sociales son extremas. La gente ha llegado a su límite de tolerancia con las falencias, injusticias, crueldades, y deformaciones de la sociedad colombiana. Las cifras de pobreza, no siempre iguales, coinciden en que varios millones de colombianos no tienen recursos para sobrevivir decentemente. Su ya perenne condición de pobreza, se ha agudizado con la pandemia. Millonesde jóvenes carecen de educación, oportunidades de empleo, vivienda digna: carecen de futuro. La falta de confianza en el gobierno y las instituciones supuestamente democráticas es evidente, profunda, e irreversible. De modo que es muy posible que el modelo previsto por Caballero no se repita esta vez. Al escribir esto el paro  y las manifestaciones, con todos sus incidentes, llevan ya tres semanas largas. Y aunque pueden haber disminuido en ímpetu, siguen siendo bastante vigorosas. Los jóvenes manifestantes saben que el gobierno cuenta con su cansancio, y el cansancio en general. Eso no va ocurrir esta vez. 

Hay además cuentas pendientes, principalmente el abuso y la violencia policial, respecto a las cuales no hay probabilidad de que haya concesiones. Mientras el gobierno no se pronuncie enfática y honestamente sobre ese tema, no va a haber tregua. Y hay varias otras exigencias de los parados, respecto a las cuales  tiene que haber respuestas creíbles, antes de que el inconformismo prevalente disminuya apreciablemente.