domingo, diciembre 15, 2019

Navidad con una tia indigente, alcohólica, pero de perfecta dentadura


     El caso narrado por la escritora Janet Mackenzie Smith, en su artículo Chritsmas With my Homeless Aunt, publicado en la revista digital Slate, 4 de diciembre de 2012, ilustra no solo una conmovedora tragedia familiar, sino la excepcionalidad de algunos casos de indigencia, o homelessness, en Estados Unidos.  
     
    Cuenta la autora la historia de su tia Debbie, hermana menor de su padre, quien resistió todos los esfuerzos de éste por redimirla de su condición de indigencia, y alcoholismo, padecida pesar de ser élla una persona educada, y de muy buena familia; y a quien vio por última vez en la Navidad de 2007.

   Leyendo el artículo, que conservo en mi colección digital de casos reveladores de la condición humana, bajo el título People, recordé una escena de mi pasado de periodista profesional. Junto con otros colegas del mismo diario, nos habíamos reunido, como junta editorial, con un candidato a la alcaldía de la ciudad de Los Angeles, California; un empresario de mucho éxito y riqueza. 

     En un momento dado, alguien le preguntó qué tratamiento le daría al grave problema de los indigentes. Lo que siguió fue algo muy extraño. Él guardó silencio, mientras sus ojos, notoriamente, se aguaban. Fueron segundos incontables, de un tiempo magnetizado por el evidente sufrimiento del personaje. Por fin, sobreponiendose a su elocuente emoción, aclaró la garganta, y nos dijo: "Ese es un tema que me toca muy de cerca." Volvió a callar, y luego agregó: "Una hermana mia vive en las calles." Se silenció de nuevo, y ante nuestro asombro, agregó: "Ya sé lo qué se preguntan:¿Cómo la hermana de un hombre adinerado puede estar viviendo en las calles?"

     Sin nadie haber pronunciado palabra alguna, ése era el unánime interrogante de nosotros. Nos fue explicando luego los numerosos y denodados esfuerzos hechos por él, otros familiares, y amigos, por convencer a su hermana de que dejara la via pública, y ayudara a normalizar su vida. Hasta ése día, nos confirmó, la mujer, de quien no reveló nombre, ni edad, seguía en la calle. 

     "¿Me creerán, sin duda, si les afirmo que, el de los indigentes, será uno de los asuntos prioritarios de mi administración?", concluyó ya más sereno. Le creímos, claro, y personalmente todavía lamento que no hubiera sido elegido. 

     Su caso, y el que ha dado origen a este comentario, el conmovedor relato de Janet Mackenzie Smith, aunque excepcionales, confirman que el problema de la indigencia es mucho más complejo de lo que aparenta ser; y que sus causas son específicamente individuales, aunque muchas, o en la mayoría de los casos, tengan características semejantes. La más evidente, claro, la carencia de un techo; y las causas económicas y sociales de esto; y lo que, necesariamente, implica.

     Comienza Mackenzie Smith su relato con una sencilla, pero significativa imagen: la comparación entre las dentaduras de su padre y su tia. La de él, visiblemente dispareja. Perfectamente alineada la de ella. ¿La causa de ese contraste? Cuando eran niños, ambos necesitados de un tratamiento ortodóntico, los padres sin embargo solo tenían presupuesto para uno; y siendo ella la niña, obtuvo preferencia sobre su hermano, dos años mayor. 

     El relato de Mackenzie Smith ilustra los casos paralelos y entrelazados de su padre y su tia Debbie, y los efectos de ese drama sobre Smith. Otros miembros de la familia participan periféricamente; uno de sus abuelos, por ejemplo. Pero son ellos tres, el padre, la tia, y la hija y sobrina quienes protagonizan y sufren la conmovedora zaga voluntaria de indigencia y alcoholismo.
      
     Una pregunta que se hacen el padre y la hija es, ¿cuándo, y cómo divergieron las vidas de Debbie y su hermano? Viniendo del mismo hogar, los mismos padres, teniendo las mismas oportunidades, en un momento dado sus destinos irremediablemente se separaron; aunque no perdieron contacto. Smith describe el modo de ser de su padre, y sus esfuerzos por abrirse un camino en la vida, a pesar de iniciales limitaciones intelectuales. Debbie, sin embargo, desde muy joven optó por las drogas y la bebida. Al terminar su adolescencia, refiere Smith, su tia ya era una alcohólica y drogadicta. 

     ¿Hay víctimas, y victimarios en esta historia? Si, claro. El padre, y su hija, son víctimas, aunque de diferente modo, y medida; Debbie, la hermana y tia, es a la vez víctimaria, y víctima de si misma; y de posibles circunstancias, que escapan a la intención y espectro del relato, y solo habrían podido ser identificadas por ejercicios psicoanalíticos; que aunque posibles, y deseables, en muy pocos casos tienen lugar en los relatos individuales y sus entornos familiares. 

     Pero lo que ofrece el relato de Janet es suficiente para ilustrar el dramatismo del caso, y los padecimientos emocionales, y materiales, de sus tres principales protagonistas. Y sus reflejos en la sociedad. En un momento dado, una agencia policial se ve obligada a acusar sin causa real a algunos indigentes, a fin de poder arrestarlos, y así darles techo, y librarlos de los efectos de un severo invierno que, de seguir en las calles, habría puesto seriamente en peligro sus vidas. La tia Debbie fue una de las arrestadas. 

     Ésa fue apenas una de las varias peripecias de la vida indigente de Debbie, en las que frecuentemente se vio involucrado su hermano, en sus insistentes e infructuosos esfuerzos por redimirla; de sí misma, y de su condición de alcohólica, y de habitante de la calle. 

     La lente narrativa se vuelve de pronto hacia la autora del relato, cuando refiere el momento en que por última vez estuvo cerca de su tia, la Navidad de 2007, en Carolina del Norte. El padre de Smith había logrado que su hermana se les uniera para Navidad. Ella llegó con una maleta con sus pertenencias, entre las que figuraban dos ratones blancos. 

     Janet acababa de terminar su año senior in college, y quería ufanarse de su incipiente pericia en el idioma francés, ante su madre, que dominaba ese idioma a la perfección. Su sorpresa fue grande, cuando fue evidente que también su tia Debbie hablaba con fluidez el idioma galo. 

     Con cierto latente remordimiento, cuenta Janet que sintió asco de beber de la taza de té que Debbie había preparado para ella, y brevemente probado, para comprobar la temperatura del brebaje. Su padre lo notó, y llamándola aparte se lo recriminó, pidiéndole que no la tratara como a una homeless. "Pero papá, élla es una homeless", le contesto la hija.  

     Luego de esa Navidad, el padre no pudo evitar que Debbie volviera al bosque, que era el nombre eufemístico que ella daba las calles donde pasaba su vida. Cinco años después, en el Día de Acción de Gracias de 2012, la tia Debbie murió, a causa de una hemorragia esofágica, causada por el alcohol, a los 57 años de edad. 

     Al terminar su relato, Janet trata de comprender la actitud de su padre hacia su tia, y su estado de ánimo luego de la muerte de ésta. Concluye que su padre terminó por sentir cierto "amor rencoroso" hacia su hermana, y que su única opción fue la ser un amoroso testigo de su desperdiciada vida. Janet piensa que, ante el dolor de su padre, su propia única opción es la de ser amorosa testigo de su sufrimiento.

sábado, diciembre 14, 2019

Indigentes y tiroteos


     Entre los varios problemas de la sociedad estadounidense, hay dos particularmente graves y muy dolorosos. Ambos involucran crueldad, sufrimiento, y muerte. Me refiero a los llamados homeless, o indigentes; y la violencia y los miles de muertos y heridos víctimas de las armas de fuego. Las cifras, y los hechos, en ambos casos son escalofriantes. En octubre pasado se informó que en 2019 había habido más matanzas que días trae un año: 366.Al terminar el año, los muertos por armas de fuego llegan casi a 40.000.  
     Practicamente no pasa una semana sin un tiroteo. El más reciente fué esta semana (12/10/19) en New Jersey. Trágica ironía. Uno de los muertos fue un policía, con 15 años de veteranía, campeón del decomiso de armas en la calle. Un verdadero héroe, aun antes de su sacrificio. Imposible calcular cuántas vidas salvo gracias a las armas que decomisó. Incluso muertes accidentales, puesto que las armas suelen dispararse accidentalmente. Desde que hay un arma disponible hay el peligro de una o varias muertes, intencionales o accidentales.     
     En cuanto a los indigentes, se trata de una realidad crónica de esta sociedad, la más rica y próspera de la historia, y que se auto considera la más democrática. La prosperidad y riqueza de Estados Unidos es evidente. En medio, o en torno, de tanta riqueza, casi medio millón de personas, de todas las razas y edades, viven en las calles, bajo puentos, en aleros, en fin, donde pueden. En una noche promedio de 2018 habría habido en Estados Unidos 552,830 personas destechadas, según fuentes confiables. Expuestas al hambre, los elementos, la violencia, incluso entre ellos mismos, la soledad total, la falta de las más elementales comodidades para una vida digna, como un sanitario, una ducha, alimentos esenciales.
       La existencia de los indigentes es un motivo de incomodidad y mala conciencia colectiva. Uno no puede pasar en su auto yendo por la Avenida Venice y pasar bajo el puente de la autopista 405, en el Oeste de Los Angeles, sin sentir un cosquilleo de malestar moral al ver, a lado y la lado de la amplia avenida, las carpas y toldas en las que se refugian docenas de personas, hombres, y mujeres, viejos y jóvenes, de diversas razas. O cuando uno lee las conmovedoras historias sobre homeless escritas por el columnista Steve Lopez, del LA Times. Como aquella de la mujer y el joven cuyo esposo y padre murió indigente en Los Angeles, y vinieron a reclamar el cuerpo.
     La naturaleza del problema es difícil de establecer. A simple vista, se trata de cientos, o miles de personas, depende la ciudad, que carecen de vivienda. Eso es obvio, pues nadie se va a vivir voluntariamente a la via pública. En cada caso, hay causas diversas, la más evidente la falta de recursos económicos. Se trataría pues de un nivel extremo de pobreza. Pero también puede tratarse de casos de violencia doméstica, o rechazo familiar, por cualquier causa. Casos de desempleo crónico, que a su vez han de tener causas my diversas. Pues cada persona es un caso diferente, y por ello es mejor no generalizar. Que es lo que, con la mejor voluntad, hacen a veces los funcionarios y autoridades que se preocupan por tratar de aliviar de alguna manera este grave padecimiento social. 
     Como el problema obvio es la falta de techo, la posible solución más lógica sería, claro, construir conjuntos habitables, para invitar a las personas sin techo e refugiarse en ellos. Es lo que en el argot urbanístico estadounidense se denominan "Proyectos". Pero estos planes, aparte de sus enormes costos y gravámenes, suelen tropezar con la resistencia de las comunidades o vecindarios en donde las autoridades proponen ubicarlos. 
    Lo más aterrador de estos dos problemas, la indigencia masiva, y las recurrentes matanzas, es el aparente conformismo del público en general. Es decir, indigencia y tiroteos son síntomas de esa especie de modorra colectiva, que afecta a la sociedad gringa. Esa modorra social contrasta con el furor racista, y religioso, y la xenophobia,y  la extrema parcialidad política.
     Eso nos lleva al modo de ser habitual del público gringo respecto a la política. Los gringos no votan por, sino contra. Votan contra los negros, los latinos, los inmigrantes, los islámicos, los homosexuales, los trans sexuales;  los otros. Eso explica en buena parte la popularidad de Donald Trump entre el votante blanco promedio. El discurso de éste exacerba todos los prejuicios, y fobias, de ese promedio electoral.
   El votante por Trump se siente representado en la rabia de éste. Su desconfianza de las instituciones, en cierto modo justificada, se excita ante la conducta irreverente de Trump hacia aquéllas. Puesto a escoger entre propuestas encaminadas a lograr una más equitativa distribución de la riqueza, o contrarrestar el desastre climatico, y el discurso anti inmigrante, o xenofóbico, el votante trumpista opta por lo segundo.  Ésto a pesar de que, según fuentes confiables, un 44% de los americanos en edad productiva, y sus familias, ganan menos de 19,000 dólares al año. Con eso tienen que costear vivienda, salud, mercado, educación; todo.
     Sin embargo, muchos de esos votantes, viven obsesionados con sus prejuicios racistas, y xenofóbicos, y es a estos temas a los que atienden a la hora de votar.
   Eso se llama alienación. Es decir, extrañamiento de sus verdaderos intereses, en aras de prejuicios y obsesiones inválidas. Viven la política como una guerra contra otros, a quienes consideran sus enemigos, a quienes erróneamente culpan de sus problemas. El discurso manipulador, el llamado dog whistling, los aliena, los distrae de la realidad y las verdaderas causas de sus problemas. Trump y sus secuaces son expertos en esa clase de discurso.
     Ese estado de alienación es lo que impide a los ciudadanos estadounidenses percibir y comprender plenamente su compleja problemática social, política, y económica. Eso les impide actuar como deberían hacerlo, a fin de usar las instituciones políticas para corregir las diversas anomalías que afectan a esta sociedad.
     Como las causas y magnitud del problema de los indigentes; como las causas y magnitud del problema de violencia cotidiana que afecta a esta sociedad. 
    En el, ya inminente 2020, Rayuela62.blogspot.com dedicará mucha atención a éstos, y otros graves problemas de la sociedad estadounidense.

martes, diciembre 10, 2019

Una época interesante

¿Cómo definiríamos nuestra época? Inventario de atrocidades y esperpentos. Pero también de maravillas y portentos. Y extrañas peculiaridades. Si, tiene esta época sus rasgos únicos, peculiares. Es un tiempo en el que el apocalípsis amenaza volverse rutina. Vivimos al borde de un incierto, indefinible abismo. Se acabó la guerra fría, pero el peligro de destrucción nuclear es más latente que nunca antes. Durante la guerra fría había dos superpoderes, extremadamente autocontrolados, mutuamente temerosos. Hubo momentos críticos, como la crisis cubana. Pero la guerra de Vietnam nunca amenazó desatar un holocausto atómico. Finalmente, la temida Unión Soviética, la portentosa URSS de nuestra infancia y juventud, colapsó sin pena ni gloria, y sin amenazar a nadie. Simplemente se desmoronó. Muy distinta es la actual circunstancia mundial. Hay tres megalómanos todopoderosos, con capacidad atómica comprobada. 

     Pero ni el peligro nuclear, ni los conflictos regionales son algo nuevo, exclusivo de nuestros tiempos. Claro que el conflicto sirio si ofrece algunas peculiaridades sin precedentes. Pero como conflicto regional, no es algo nuevo. Una forma de violencia que ha adquirido sus propios rasgos en nuestra época, es el terrorismo militante, que se combina con otros factores contemporáneos.

   Hay pues que precisar lo que es típico, exclusivo de nuestros tiempos. La nuestra es caracterizada por algunos expertos como la Edad, o Era Digital. Y aunque la tecnología digital proviene de décadas anteriores, y sus orígenes se remontan a la primera mitad del siglo XX, desarrollos como las comunicaciones digitales, el correo electrónico, Internet, son típicamente nuestros. Igualmente la telefonía celular inteligente, y las redes sociales. Otros rasgos propio nuestro tiempo son la Inteligencia Artificial (AI), la robótica, y los avances en tecnologías como la modificación genética, y la cíber biología. 

   Esto tiene otros nombres, creo, pero por ahora estas denominaciones funcionan. Igualmente se habla de conceptos como transhumanismo, y pos humanismo, que merecen atención especial. Se especula sobre máquinas espirituales (Ray Kurzweil, "The Age of Spiritual Machines, 2000), y la evolución hacia una humanidad pos biológica.

   (Todo esto es válido, pero todavía siento que no he identificado el rasgo o rasgos inconfundíblemente típicos de nuestra época.)

   ¿Edad de la información? Bueno, lo cierto es que vivimos bajo el influjo, o el efecto de la tecnología digital, y sus diferentes elementos. La complejidad digital ha ido dando lugar a un nuevo, vasto campo intelectual, mental, y profesional, al que podemos denominar, codigografía, o codigología, o codigotécnia, quizá. ¿O más bien, programática? En fin, la ciencia, o arte de manipular los diferentes algoritmos, o lenguajes digitales. Vastísimo, complicado campo, que se extiende y complica permanentemente. 

  Eso lleva al extremo la profecía del rey Thamus, profusamente aludido por el crítico tecnológico Neil Postman en su libro Technology The Surrender of Culture to Technology. Una clase de expertos toma control, adquiere privilegios, ostenta ínfulas de superioridad sobre el resto de los mortales, ignorantes de las complejidades programáticas. Pero no solo eso. La práctica de la codificación cambia la mentalidad de los programadores, que se pueden tornar ignorantes de otros saberes humanos, que consideren irrelevantes. Los programadores ganan buenos salarios, tienden a ser ricos, no necesitan doctorados o conocimientos humanísticos o sociológicos, ni siquiera historia, y pueden ser ideológicamente primitivos, y hasta regresivos.  O peor aún, éticamente neutros. Lo que nos lleva a temer un tenebroso panorama de distopías sociales.

   Somos la época de Google, Facebook, Amazon.com, Apple; de Twitter, Tumblr,  y WhatsApp. Del e-mail. Al consumismo masivo, desmesurado, se agrega el narcisismo incontrolable, que impúdicamente se exhibe en las redes sociales, aderezado a veces con toda clase vulgaridades, insultos, improperios. Y falacias.Vivimos la época de la pos verdad. El politólogo Nathaniel Persily  se preguntaba  en la revista especializada Journal of Democracy: ¿Podrá la democracia sobrevivir a Internet?

   Este ha sido el tiempo de Bill Gates, y Steve Jobs (q.e.p.d.); y es el tiempo de Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, y otros genios por el estilo. También de George Soros y Warren Buffet. Esta no es una época de Newtons, o Einsteins.  Tampoco de Marxes (?), o Webers. Stephen Hawkings, claro, era la excepción. Pero él era un intelectual cosmológico, un teórico, no un experimentalista. 

   Sin embargo, la física, y la mecánica cuántica están teniendo su revancha en el Large Hadron Collider, esa ciclópea extravagancia científica, un túnel que se extiende en círculo subterráneo en los territorios de Francia y Suiza. Y que causó una carnavalesca explosión de euforia científica en 2012 al comprobar la existencia del hasta entonces fantasmagórico Higgs Bosón. Hallazgo que reafirmó la teoría cuántica, y la rescató del dudoso limbo de la anti-materia, la materia oscura, los huecos negros, y los universos paralelos. 

El  miércoles 10 de abril de 2019, como todos los días sucedieron toda clase de hechos, reveladores de la condición humana. Pero no todos los días surgen hechos ubicados en lugares extremos del tiempo y del espacio. Como ese día. Por primera vez, gracias a un alarde de fotografía cosmológica, se logró fotografiar un hueco negro, situado a la módica distancia de 50,000 millones de años luz de aquí. ¿Cuál es la velocidad de la la luz? Según Wikipedia, es de 299,792,458 metros por segundo, aproximadámente 300,000 k/s, ó sea 186,000 millas por segundo. No hay razón pues para inquietarnos por el riesgo de ser tragados por este recién fotografiado agujero negro. 

Sin embargo, el concepto de un hueco negro, que los científicos consideran un"peso pesado" en su cósmica categoría, y la increíble distancia a la que se encuentra y ha sido fotografiado dazes the mind. ¿Qué es un hueco negro? Para ponerlo en los términos más generales, un hueco negro es una entidad cósmica con tanta fuerza de gravedad, que nada que llegue a cierta distancia puede escapar a su atracción, ni siquiera la luz. Hasta hoy, sin embargo, la de hueco negro era una noción teórica, fruto de cálculos y deducciones astrofísicas.  

   Si, nuestra época es épica en ciencia, tecnología, empresariado, creatividad, pero también…
   
   En nuestra época, persisten todos los vicios y defectos de la condición humana, exacerbados por la tecnología, y la globalizaciön. La globalización, que disuelve las fronteras ante la morbosa expansión capitalista. La ciencia, que tantos beneficios nos ha dado, nos ha deparado también la bomba atómica, que puede ser el instrumento de un apocalipsis instantáneo. La producción para el consumo, necesario o suntuoso, acelera el calentamiento del clima, y su consiguiente degeneración, con devastadoras consecuencias, que ya comienzan a sentirse. El asolamiento de los bosques y selvas debido a catastróficos incendios, empobrece las fuentes de agua y oxígeno, generando aridez y sequía. 

   A todos estos problemas, originados en la exacerbación capitalista, se suman endémicos problemas de hambre y pobreza, que a su vez generan conflictos sociales extremadamente violentos y destructivos, e incontrolables olas migratorias. El máximo avance científico y tecnológico, convive y alterna con extremos de superstición y fanatismo, que se manifiesta en brotes tan espantosos como el terrorismo de grupos como Al-Qaeda, organización causante del ataque del 9/11 en Nueva York, y otros devastadores atentados; y del autodenominado estado islámico (Isis), cuya ferocidad y extrema crueldad han sido  realmente aterradores. Todo esto en un contexto político de inestabilidad, radicalismo, incompetencia, que se manifiesta en expresiones como el Brexit británico, la crisis europea, el Bolsonaro brasileño, y la presidencia de Donald Trump; con su agenda antihumanitaria, anticlimática, racista, y belicista.

      Nos lleva esto al tema de la crisis de la democracia. Múltiples son los indicios de este fenómeno. Los problemas de la democracia no son nuevos, todo lo contrario. Nunca ha habido una democracia perfecta, y aun las más tradicionales, como la británica, y la estadounidense, han adolecido de profundas deficiencias a lo largo de sus respectivas sagas históricas. Hay además arraigados prejuicios intelectuales y emocionales a propósito del concepto de democracia. Varios factores han venido, recientemente, exacerbando los problemas endémicos de la democracia en varios países. Entre esos factores: cambio  de los modelos económicos tradicionale; incremento de la desigualdad económica; extrema concentración de la riqueza; manipulación de la información; creciente influencia del dinero en la política; baja o inepta participación electoral.

   Capítulo aparte, y análisis propio, merece lo que podríamos denominar la paradoja de la democracia. Consiste esta en que por mayoría de votos  un pueblo o conglomerado social puede optar por eliminar la democracia, o los principios más relevantes de esta. Es decir, que al contrario de lo que convencionalmente se cree, no necesariamente son las tiranías, o las dictaduras los principales enemigos de la democracia. No; los principales factores negativos de la democracia, suelen ser los votantes. 


   La mayoría electoral es un elemento esencial de la democracia, pero no es suficiente. Las mayorías pueden tomar a veces las peores o más torpes decisiones electorales, como ha ocurrido en Estados Unidos (1), y en Gran Bretaña, y en Turquía. Ah, y en Colombia. Las causas de esas decisiones erradas suelen ser la ignorancia de los asuntos públicos, prejuicios ideológicos, fanatismo, sectarismo, racismo, xenofobia, y simple mala fe. 

   El más persistente y hermoso mito de la democracia es la idea de que es el gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo, tan de buena fe promulgado por uno de los más democráticos líderes de la historia, el presidente Abraham Lincoln, en su famoso y justamente celebrado discurso de Gettysburg (19 de noviembre de 1863).  Pero los electores rara vez está bien enterados de los asuntos públicos, suelen obedecer a consignas partidarias, con frecuencia padecen de prejuicios racistas o clasistas. Por mayoría de votos, pues, todos los valores democráticos, incluso la democracia misma, pueden ser democráticamente abolidos.

      Pero no solo eso. Los electores pueden votar directamente por representantes y políticas que van en contra de sus más importantes intereses. El académico Ian Haney López, de la Universidad de California, Berkeley, explica esa anomalía política en su libro Dog Whistle Politics. El término dog whistle, que literalmene alude a un silbido perruno que sólo los mismos perros escuchan, tiene amplio y reiterado significado en el argot político. 


   Consultando Wikipedia, encuentro que el uso del término se originó al parecer en la política australiana, y su fuente original fueron los sondeos de opinión, en los que se usan subterfugios terminológicos para inducir respuestas por parte de los encuestados, que pueden ser interpretadas en sentidos diferentes, o incluso opuestos a los que aquellos pretendieron en sus respuestas. Es decir, es una forma de engaño conceptual, que se ha transferido al discurso político, con el fin de manipular y engañar al electorado. La práctica tiene otros nombres, menos coloquiales, como “lenguaje codificado,” pero “dog whistling” es de amplio uso en todas las culturas políticas que se expresan en inglés. 

   El ejemplo más reciente de “dog whistling” ha sido, claro, el de la campaña presidencial de Donald Trump en 2016, que logró despertar el apoyo de los trabajadores blancos, y otros grupos desfavorecidos, a pesar de sus obvias intenciones de usar el poder para beneficiar a las élites corporativas a las que él pertenece. Por eso la inicial densidad multimillonaria de su gabinete ministerial. Pero también sus propuestas, como la de despojar del seguro de salud a millones de personas, muchos de ellos votantes en favor suyo. Y otras atrocidades conceptuales y políticas de su administración. 


   Lo de Trump, claro, es un fenómeno más complejo, con variados elementos, sin precedentes cercanos en la tradición política estadounidense. Pero el elemento de fondo es básicamente la inconsecuencia de los votantes, y la manipulación y el engaño de que han venido siendo víctimas fervientes.

   La irracionalidad humana, la escasez del sentido común, han sido evidentes en la diaria realidad de las culturas de todos los tiempos, incluyendo las más avanzadas como la nuestra. Los psicólogos usan el término “razón motivada,” para explicar la tendencia humana a opinar e interpretar de acuerdo a intereses personales y prejuicios. La crisis de la razón es también un tema de estudio en la tradición de la teoría crítica, promovida en el siglo XX por el grupo de filósofos y sociólogos de la famosa Escuela de Frankfurt, a la que pertenecieron, entre otros, Adorno, Horkheimer, y Marcuse. 


   Los votantes gringos son en general presa muy fácil de la manipulación de los propagandistas políticos. Los gringos, especialmente los de los estados del centro y el sur, suelen ser supersticiosos, abrigan impulsos y sentimientos racistas, desconfían de las personas de diferentes grupos o pertenencias étnicas. Los políticos usan discursos diseñados para exacerbar esas tendencias emocionales, atribuyendo a los negros, los inmigrantes, las personas de otras religiones, todos los males que los aquejan. 


   Se trata de un problema muy intrincado de interpretación socio política. Un texto reciente se dedica a desmentir el mito de la racionalidad del elector en las democracias contemporáneas (Bryan Caplan: “The Myth of the Rational Voter Why democracies choose bad policies”). Aunque no todas sus conclusiones son acertadas, es un estudio bastante pertinente al respecto.
                                                                      
   La reflexión anterior puede y debe continuarse. Son varios los tópicos y temas que hay que investigar y sobre los cuales reflexionar, hacía una teoría general de la condición humana en nuestra época. Sin pretensiones científicas, pero nutriéndose de todas las fuentes de información pertinentes. La conciencia, la mente y el cerebro. El misterio del tiempo. O sobre la naturaleza del tiempo. Una aproximación filosófica al tema de la tecnología y su impacto sobre la condición humana. Dentro de un marco general, que incluya las reflexiones más generales sobre el tema, éste debe circunscribirse a la revolución digital, la era digital, o la 4ª revolución industrial, como prefieren llamarla el filósofo italiano Luciano Floridi, y el economista Klaus Schwab, fundador y director ejecutivo del World Economic Forum. Sus enfoques y conceptos difieren, pero el tema de fondo es el mismo: la actual revolución tecnológica y sus efectos en las sociedades contemporáneas. Ambos textos interesantes, originales, e informativos. En extremo interesantes. 

   Conviene sin embargo enmarcarlos dentro de una consideración general del debate filosófico sobre la tecnología, y su rol en la evolución y desarrollo históricos de la humanidad. Un tema inagotable, por supuesto. E inevitable, si uno quiere aproximarse a comprender o explicar los rasgos definitorios de nuestra era.

   El tema que sigue es el ya mencionado de la democracia, y la crisis que afecta a las democracias más sólidas y tradicionales de Occidente, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Holanda y Alemania. Brexit en Gran Bretaña, Trump en Estados Unidos. Ciertamente Emmanuel Macron barrió en Francia, llevándose no sólo la presidencia, sino las mayorías parlamentarias, pero Marine Le Pen y sus partidarios de extrema derecha lograron grandes avances.  En Holanda ocurre una situación parecida.

   El foco principal de atención debe centrarse por supuesto en Estados Unidos, cuya democracia, bajo el disparatado gobierno de Trump, pasa por un momento de crisis sin precedentes. Claro que Trump es sobre todo un síntoma. El problema, ya mencionado,  son los electores que le dieron la victoria. 


   La pregunta clave es pues, ¿cómo y por qué gano Trump las elecciones del 8 de noviembre de 2016? Este interrogante, y sus respuestas, porque hay varias, es el meollo de una cuestión más general. Los cambios económicos que han aumentado la gran concentración del ingreso y la riqueza, con el consiguiente aumento de la enorme desigualdad económica, y causado la desestabilización de la clase media y el aumento de la pobreza. 


Como ya se observó, el globalismo capitalista ha exportado sus empleos a mercados laborales más baratos, a países periféricos, especialmente de Asia y América Latina, generando creciente desempleo entre la clase trabajadora tradicional. Durante las cuatro últimas décadas, la economía de Estados Unidos ha ido dejando de ser una economía manufacturera para convertirse sobre todo en una economía de servicios. Esto ha causado la supresión de millones de empleos fabriles, cuyos ocupantes no han encontrado manera de adaptarse a los nuevos empleos, mayoritariamente técnicos y de destrezas digitales. Los avances tecnológicos, la Inteligencia Artificial y la robótica han venido eliminando empleos, cuyas tareas son ejecutadas por programas digitales. 

    Ojalá te toque vivir una época interesante, se supone que propone una maldición china. La nuestra con seguridad califica. 
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(1)  Estados Unidos es una anomalía en lo referente al rol de las mayorías electorales, debido a la institución del Colegio Electoral. En las presidenciales de 2000 el demócrata Al Gore obtuvo cerca de medio millón más de votos que su rival republicano George W. Bush. Sin embargo, luego de una decisión extremadamente controversial de la Corte Suprema, el triunfo le fue adjudicado a Bush. En noviembre de 2016, Hillary Clinton obtuvo casi tres millones más de votos que Donald Trump. Este sin embargo logró más delegados  en el Colegio Electoral, y ganó holgadamente la presidencia. Aunque parece ser muy antidemocrático, el Colegio Electoral no lo es tanto. Se trata de una institución surgida como consecuencia del sistema federal de gobierno de Estados Unidos. Más adelante Rayuela 62 se ocupará adecuadamente del tema.