domingo, diciembre 15, 2019

Navidad con una tia indigente, alcohólica, pero de perfecta dentadura


     El caso narrado por la escritora Janet Mackenzie Smith, en su artículo Chritsmas With my Homeless Aunt, publicado en la revista digital Slate, 4 de diciembre de 2012, ilustra no solo una conmovedora tragedia familiar, sino la excepcionalidad de algunos casos de indigencia, o homelessness, en Estados Unidos.  
     
    Cuenta la autora la historia de su tia Debbie, hermana menor de su padre, quien resistió todos los esfuerzos de éste por redimirla de su condición de indigencia, y alcoholismo, padecida pesar de ser élla una persona educada, y de muy buena familia; y a quien vio por última vez en la Navidad de 2007.

   Leyendo el artículo, que conservo en mi colección digital de casos reveladores de la condición humana, bajo el título People, recordé una escena de mi pasado de periodista profesional. Junto con otros colegas del mismo diario, nos habíamos reunido, como junta editorial, con un candidato a la alcaldía de la ciudad de Los Angeles, California; un empresario de mucho éxito y riqueza. 

     En un momento dado, alguien le preguntó qué tratamiento le daría al grave problema de los indigentes. Lo que siguió fue algo muy extraño. Él guardó silencio, mientras sus ojos, notoriamente, se aguaban. Fueron segundos incontables, de un tiempo magnetizado por el evidente sufrimiento del personaje. Por fin, sobreponiendose a su elocuente emoción, aclaró la garganta, y nos dijo: "Ese es un tema que me toca muy de cerca." Volvió a callar, y luego agregó: "Una hermana mia vive en las calles." Se silenció de nuevo, y ante nuestro asombro, agregó: "Ya sé lo qué se preguntan:¿Cómo la hermana de un hombre adinerado puede estar viviendo en las calles?"

     Sin nadie haber pronunciado palabra alguna, ése era el unánime interrogante de nosotros. Nos fue explicando luego los numerosos y denodados esfuerzos hechos por él, otros familiares, y amigos, por convencer a su hermana de que dejara la via pública, y ayudara a normalizar su vida. Hasta ése día, nos confirmó, la mujer, de quien no reveló nombre, ni edad, seguía en la calle. 

     "¿Me creerán, sin duda, si les afirmo que, el de los indigentes, será uno de los asuntos prioritarios de mi administración?", concluyó ya más sereno. Le creímos, claro, y personalmente todavía lamento que no hubiera sido elegido. 

     Su caso, y el que ha dado origen a este comentario, el conmovedor relato de Janet Mackenzie Smith, aunque excepcionales, confirman que el problema de la indigencia es mucho más complejo de lo que aparenta ser; y que sus causas son específicamente individuales, aunque muchas, o en la mayoría de los casos, tengan características semejantes. La más evidente, claro, la carencia de un techo; y las causas económicas y sociales de esto; y lo que, necesariamente, implica.

     Comienza Mackenzie Smith su relato con una sencilla, pero significativa imagen: la comparación entre las dentaduras de su padre y su tia. La de él, visiblemente dispareja. Perfectamente alineada la de ella. ¿La causa de ese contraste? Cuando eran niños, ambos necesitados de un tratamiento ortodóntico, los padres sin embargo solo tenían presupuesto para uno; y siendo ella la niña, obtuvo preferencia sobre su hermano, dos años mayor. 

     El relato de Mackenzie Smith ilustra los casos paralelos y entrelazados de su padre y su tia Debbie, y los efectos de ese drama sobre Smith. Otros miembros de la familia participan periféricamente; uno de sus abuelos, por ejemplo. Pero son ellos tres, el padre, la tia, y la hija y sobrina quienes protagonizan y sufren la conmovedora zaga voluntaria de indigencia y alcoholismo.
      
     Una pregunta que se hacen el padre y la hija es, ¿cuándo, y cómo divergieron las vidas de Debbie y su hermano? Viniendo del mismo hogar, los mismos padres, teniendo las mismas oportunidades, en un momento dado sus destinos irremediablemente se separaron; aunque no perdieron contacto. Smith describe el modo de ser de su padre, y sus esfuerzos por abrirse un camino en la vida, a pesar de iniciales limitaciones intelectuales. Debbie, sin embargo, desde muy joven optó por las drogas y la bebida. Al terminar su adolescencia, refiere Smith, su tia ya era una alcohólica y drogadicta. 

     ¿Hay víctimas, y victimarios en esta historia? Si, claro. El padre, y su hija, son víctimas, aunque de diferente modo, y medida; Debbie, la hermana y tia, es a la vez víctimaria, y víctima de si misma; y de posibles circunstancias, que escapan a la intención y espectro del relato, y solo habrían podido ser identificadas por ejercicios psicoanalíticos; que aunque posibles, y deseables, en muy pocos casos tienen lugar en los relatos individuales y sus entornos familiares. 

     Pero lo que ofrece el relato de Janet es suficiente para ilustrar el dramatismo del caso, y los padecimientos emocionales, y materiales, de sus tres principales protagonistas. Y sus reflejos en la sociedad. En un momento dado, una agencia policial se ve obligada a acusar sin causa real a algunos indigentes, a fin de poder arrestarlos, y así darles techo, y librarlos de los efectos de un severo invierno que, de seguir en las calles, habría puesto seriamente en peligro sus vidas. La tia Debbie fue una de las arrestadas. 

     Ésa fue apenas una de las varias peripecias de la vida indigente de Debbie, en las que frecuentemente se vio involucrado su hermano, en sus insistentes e infructuosos esfuerzos por redimirla; de sí misma, y de su condición de alcohólica, y de habitante de la calle. 

     La lente narrativa se vuelve de pronto hacia la autora del relato, cuando refiere el momento en que por última vez estuvo cerca de su tia, la Navidad de 2007, en Carolina del Norte. El padre de Smith había logrado que su hermana se les uniera para Navidad. Ella llegó con una maleta con sus pertenencias, entre las que figuraban dos ratones blancos. 

     Janet acababa de terminar su año senior in college, y quería ufanarse de su incipiente pericia en el idioma francés, ante su madre, que dominaba ese idioma a la perfección. Su sorpresa fue grande, cuando fue evidente que también su tia Debbie hablaba con fluidez el idioma galo. 

     Con cierto latente remordimiento, cuenta Janet que sintió asco de beber de la taza de té que Debbie había preparado para ella, y brevemente probado, para comprobar la temperatura del brebaje. Su padre lo notó, y llamándola aparte se lo recriminó, pidiéndole que no la tratara como a una homeless. "Pero papá, élla es una homeless", le contesto la hija.  

     Luego de esa Navidad, el padre no pudo evitar que Debbie volviera al bosque, que era el nombre eufemístico que ella daba las calles donde pasaba su vida. Cinco años después, en el Día de Acción de Gracias de 2012, la tia Debbie murió, a causa de una hemorragia esofágica, causada por el alcohol, a los 57 años de edad. 

     Al terminar su relato, Janet trata de comprender la actitud de su padre hacia su tia, y su estado de ánimo luego de la muerte de ésta. Concluye que su padre terminó por sentir cierto "amor rencoroso" hacia su hermana, y que su única opción fue la ser un amoroso testigo de su desperdiciada vida. Janet piensa que, ante el dolor de su padre, su propia única opción es la de ser amorosa testigo de su sufrimiento.

No hay comentarios.: