sábado, julio 15, 2017

A saltos en Rayuela62

     Uno de los problemas de nuestra época, es que el grueso de los esfuerzos de mejoramiento y progreso social y económico se encausan hacia la tecnología, la cibernética, la robótica, y campos afines. Esto relega a un segundo plano las metas humanitarias propiamente dichas. Es decir, se reduce el concepto de mejoramiento de la civilización a los inventos y las innovaciones. En esta perspectiva, el progreso es exclusivamente una noción tecnológica y científica, con consecuencias para el crecimiento económico.

     Pero esto sin atender las grandes desigualdades en el ingreso y la riqueza, y el hecho de que el desarrollo económico tiende a favorecer siempre a los más ricos, y desfavorecer a los pobres; y que los avances tecnológicos propician la concentración del ingreso y la riqueza, e incluso, en muchos casos, generan desempleo y pobreza.

   La anterior es una generalización, claro, sobre un tema que demanda cuidadoso análisis; al que se dedicará suficiente atención en Rayuela62.

   Los efectos de la computarización de las actividades económicas, y la producción, son mucho más complejos de lo que parece a simple vista. Se debe analizar el impacto de la tecnología en las diversas formas de la actividad laboral y productiva.En la economía y el empleo. Y, claro, en las costumbres, hábitos, comportamientos, de la vida cotidiana.

   Las computadoras suprimen empleos, pero también los crean. Claro que los desempleados por las computadoras no necesariamente pueden beneficiarse de esos nuevos empleos que su uso crea,

   Hay que tener en cuenta la globalización. Sus causas, la influencia de la tecnología, sus efectos en las economías nacionales. Origen y consecuencias de la práctica empresarial y corporativa conocida como "outsourcing." Obviamente elimina empleos en los países desarrollados, y usufructúa los salarios más bajos en los países periféricos.

   Lo que está mal no son las innovaciones y avances tecnológicos, sino el sistema económico y social en el que ocurren. O mejor dicho, lo que está mal es que como civilización no le demos la debida prioridad a los avances relacionados con la justicia social y económica, y el bienestar de la humanidad en general. Los estados invierten mucho más en las armas y la preparación para las guerras, que en educación, salud, y techo para sus ciudadanos.

   Insisto. El problema no es que haya innovación, progreso tecnológico, sino que no haya el mismo énfasis en el progreso social y de bienestar general. Por otra parte, mientras la tecnología avanza, el clima y el medio ambiente se deterioran. Hace falta pues un balance general en términos del esfuerzo humano para progresar en todos los aspectos del mejoramiento de la experiencia humana, sin discriminaciones de raza, grupo social, o cultural.

   No se trata tampoco de compartir la creciente superstición, alentada nada menos que por el científico Stephen Hawking, que augura que la inteligencia artificial(AI) terminará por anular al género humano. Eso es plausible, pero improbable. Y tema inagotable los robots, y la especulación al respecto. La inteligencia artificial nunca pasará de ser una forma cada vez más sofisticada de lógica cibernética, cálculo, y algoritmos. Las computadoras, y los robots, harán cosas maravillosas en esa dirección. Pero nunca desarrollarán nada parecido a la naturaleza humana. Para ello sería necesario crear un proceso evolutivo, como el que ha generado a la especie humana, y antes de esta las diferentes especies humanoides. Los robots podrán ser mucho más eficientes que los humanos en numerosas clases de actividades, pero es casi imposible que desarrollen emociones, como amor, odio, ambición, codicia, mucho menos deseo sexual; tampoco instinto de supervivencia, o miedo a la muerte. Y su lenguaje no pasará de ser un algoritmo supersofisticado, pero sin lapsus lingues,  vacilaciones, titubeos, errores, acentuaciones emocionales. 

   Hay sin embargo otros paradigmas científicos y técnicos que ofrecen perspectivas a la vez asombrosas, y sobrecogedoras. Uno de estos es el de la ingeniería genética, cuyos avances permitirían opciones parecidas a la idea de diseñar genéticamente seres vivos, como ya en realidad se ha hecho, lo que anticiparía una evolución pos biológica de los seres vivos y la humanidad. Hasta ahora, la experimentación no ha pasado de la clonación biológica, cuyo primer caso fue la oveja Dolly, a comienzos de este siglo. Lo que viene es casi inevitablemente la manipulación en el laboratorio de genes humanos, que pueden significar grandes avances en el tratamiento de enfermedades, inhabilidades físicas, y sustitución de órganos, pero también, tratándose de humanos, una actualización sofisticada de la leyenda de Frankestein.

Estos son temas distintos al que motivó este post, y hay que dedicarles investigación y espacios propios. Iremos de un tema a otro, de lo político a lo técnico, incluyendo toda clase de temas entre estos grandes paradigmas. En fin. Para algo estamos en una Rayuela.

jueves, julio 13, 2017

Entre el zorro y el erizo

Otra vez este blog había  estado inactivo durante varios años; ya era hora de revivirlo. Este había sido un proyecto permanentemente pospuesto. En realidad el blog se había extraviado, y de pronto surgió cuando yo menos lo esperaba, apareció por si solo, durante un cambio de equipo digital, o tal vez lo busqué inconscientemente; en todo caso fue menos difícil de lo esperado. Me puse pues a escribir estas reflexión introductoria a la reactivación; pero la puse en la nevera, y fui aplazando la decisión de hacerle una revisión final y publicarla. Los días se iban y yo seguía (perdón por la atrocidad lingüística) "procrastinando" su publicación. No que eso fuera tan importante, en realidad yo iba a ser la única persona en notarlo. Pero tenía que quedar bien conmigo mismo. 

Sobrevinieron entonces las elecciones presidenciales colombianas del 25 de mayo de 2014, y de pronto me vi en la urgencia de escribir sobre eso, y no hubo pues tiempo para ceremonias ni brindis de reactivación. Y el blog se reactivó ciertamente, y no sólo con motivo de la política colombiana, sino del tema mucho más interesante del Mundial de Fútbol del Brasil, a mediados de 2014. Pero luego, pasadas las emociones de los partidos, y asentada la polvareda electoral colombiana, Rayuela, o mejor, su autor, volvió a caer víctima del sopor de la diaria rutina.

Ahora, tres años después de ese breve espasmo creativo, nuevamente, vuelve a reactivarse, esta vez si en serio y definitivamente.. Todos los temas y asuntos pertinentes recibirán atención de este bloguero, siempre principiante en algo, siempre inexperto, a pesar de sus años.

Siempre hay mucho que decir, cada día se siente como una especie de ansiedad ante las tantas cosas que suceden, y que dan ganas de comentar, aludir, situar. En fin, es un proceso muy difícil, es difícil vencer las inhibiciones, los temores a no saber lo que uno quiere decir; o  no encontrar la forma auténtica, verdadera, de decirlo; o la razón para decirlo.

Desde que la descubrí, en un glorioso texto del filósofo ruso-británico Isaiah Berlin, me he apropiado de la metáfora del zorro y el erizo; de la cual hicieron brillante uso el mismo  Berlin, claro, en su estudio sobre tres pensadores rusos; y su discípulo chileno, el maestro Claudio Veliz, en su magnífico ensayo de una filosofía de la historia latinoamericana, 'The New World of the Gothic Fox', traducible como El Nuevo Mundo del Zorro Gótico. 

Berlin tomó la mencionada metáfora de un verso del poeta griego Arquíloco, que dice: 'El zorro sabe muchas cosas; pero el erizo sólo sabe una gran cosa.' Según Berlin la metáfora ha sido interpretada  en el sentido de que, con toda su astucia, el zorro no puede con el obsesivo erizo. El zorro sabe muchas cosas, pero sin profundidad. El erizo sólo sabe una, pero la sabe muy bien. La comparación, asegura Berlin, es aplicable a los grandes pensadores y creadores, y  en última instancia a los seres humanos en general. 

Berlin  emprende entonces una aventurada clasificación de algunos grandes hombres en las dos categorías. Tolstoi, a propósito de quien Berlin trae a cuento la metáfora, es un erizo que quiere ser zorro, o tal vez al revés, lo que viene a ser lo mismo. 

Personalmente, y sin pretender compararme con ninguno de los grandes hombres aludidos por Berlin, siento simpatía y afinidad hacia el prototipo del zorro. Esto, claro, sin subestimar a los erizos, tal vez mas bien envidíandolos. Quizá sea mucho mejor tener la aptitud y la capacidad para identificar un tema, o un tópico, o un campo teórico, y concentrarse en ello. 

El problema es que son muchos los temas, los hechos, los sucesos. Es fabuloso el permanente discurrir del tiempo. ¿Va o viene? ¿Es que el presente se convierte constantemente en pasado? ¿El futuro en presente? Parece claro que sin presente no habría ni pasado, ni futuro. Todos los tiempos existen en el presente. Pero este continuamente deja de ser, se convierte en pasado. Y para ser presente, se nutre constantemente del futuro, que sin cesar se vuelve presente, y luego pasado. 

El tiempo es pues sin duda el mayor misterio, el más enigmático, y a la vez el más obvio, el más evidente enigma, el interrogante que es su propia respuesta y su propia negación; el flujo inasible, que nos lleva en su fluidez, sin darnos de lo esencial de si; es decir tiempo para discernir qué es el tiempo.

El otro gran misterio es la conciencia, es decir, la mente. ¿Cómo pensamos? ¿Qué es el pensamiento? Filósofos y científicos de todas las épocas se han obsesionado con responder esta pregunta, sin lograr jamás una respuesta totalmente satisfactoria. 

 En vano se empeñan los neurofisiólogos y neurocientíficos más idóneos en atrapar, circunscribir, aislar los factores materiales y biológicos del pensamiento. El instante preciso en que las neuronas y las ondas que las circulan se convierten en conciencia, en mente, sigue escapándose. Lo bueno, claro, es que en esta búsqueda, la mente humana ha mostrado lo mejor de si misma, con lo cual no ha hecho sino ahondar su propio misterio.

Que no puedas llegar es lo que te hace grande, creo que escribió alguna vez el gran Goethe. El camino es la meta, pudiéramos añadir, sin originalidad alguna, precedidos también por Serrat, entre otros. Debemos pues seguir andándolo, sin prisa y sin  pausa, esperando nunca llegar al final, es decir, nunca trascender la meta que es el camino mismo. 

Sigamos pues tras los enigmas del tiempo y la conciencia. Agreguemos a estos dos misterios el de la naturaleza de la verdad. ¿Qué es la verdad? Precedidos también en esto por filósofos incansables, que la han explicado, refutado y negado, sin llegar jamás a su secreto metafísico. La única verdad es que no sabemos a ciencia cierta que es la verdad. 

Llegamos así el incitante terreno de las paradojas. Si afirmo que siempre miento, y esto es cierto, estoy negando que miento. O sea que cuando afirmo que miento, digo la verdad, y al mismo tiempo niego lo que digo, es decir, que miento. Esto nos lleva a la más prestigiosa, creo, de las paradojas, la de Bertrand Russell. Para entenderla hay que situarse dentro del paradigma de la teoría de conjuntos (set theory) de las matemáticas. 

La realidad se compone de conjuntos, o sets de elementos, de toda clase. Todas las cosas de este mundo, todas, son susceptibles de agruparse en conjuntos, con cosas en algún aspecto semejantes unas a otras. Pues bien, forzosamente, dice Russell, ha de haber un conjunto de las cosas que no pertenecen a ningún grupo, pero que por tener esa característica, la de no ser agrupables, son paradójicamente agrupables en el conjunto de las cosas no agrupables. 

Según los historiadores de la filosofía moderna, el planteamiento de esta paradoja le arruinó la existencia al filósofo austriaco Gottlob Frege, junto con Russell, y Wittgenstein, uno de los fundadores de la filosofía analítica. Cuenta la leyenda que Frege acababa de concluir su famoso tratado "The Foundations of Arithmetic", y que por algún motivo, que no tengo muy claro, pero que se puede aclarar más adelante, la paradoja de Russell echó a perder. Ignoro si Russell se alegró de esto, lo dudo mucho, el británico era un hombre de gran generosidad y nobleza, por cierto mentor del muy ingrato Wittgenstein, cuyo Tractatus lúcidamente prologó. 

Siempre he sentido temor de dos famosas maldiciones chinas. Ojalá te toque vivir una época interesante, dice una; que se cumplan tus deseos, asigna la otra. No cabe duda me ha tocado, nos ha tocado, vivir una época interesante. En cuanto a mis deseos, supongo que algunos se han cumplido, otros no. Nunca he deseado ser feliz, y sin embargo a veces lo he sido. He aprendido que la felicidad es un estado fugaz, ocasional, no algo permanente, y que tratar de alcanzar un estado de permanente felicidad es la mejor forma de ser ser permanentemente infeliz. 

Una vez una joven mujer se despertó convencida de que ese día que empezaba iba a ser el más feliz de su vida. Sintió esto con tal intensidad, que la idea de que ese día tan feliz se iba yendo inevitablemente con el paso de las horas, la hizo sentir profundamente infeliz. No sé si leí, imaginé, o soñé esta historia, pero creo que su contenido es verídico, aun en el terreno de las suposiciones. 

Tengo anhelos, claro, que vislumbro con claridad cada día, pero más que con alcanzar algo nuevo sueño con conservar lo que tengo y seguir siendo lo que soy; con algunas mejoras, claro, de salud sobre todo, no porque esté enfermo de algo, sino porque la edad trae limitaciones en aspectos de la vida que considero esenciales para vivir momentos felices, como enamorarse y hacer el amor, como leer y entender y recordar, como poder disfrutar del mundo y percibirlo sin limitaciones; y anhelo conservar lo que tengo y recuperar algo de lo que por fuerza del paso del tiempo he perdido. Lo cual me deja sin saber si he sido víctima o no de la maldición  china, o si quiero ser su víctima, es decir, si quiero que mis anhelos se cumplan no importa lo que pase.

Pero volviendo a la primera maldición, uno de los temas que más me interesan es el de la condición humana en general, y en particular la condición humana en las actuales circunstancias históricas. ¿Cuál ha sido el impacto de la revolución digital en nuestras culturas y sociedades contemporáneas? La revolución digital ha cambiado completamente nuestras vidas en el curso de unas pocas décadas. Todo ha cambiado. Ha sido un cambio paulatino, pero profundo, del cual la revolución digital ha sido a la vez una causa y una consecuencia.

La búsqueda de soluciones digitales ha sido una constante por muchas décadas, siglos quizá, y sus hallazgos más consecuenciales han tenido lugar desde el comienzo de la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días. A comienzos del siglo XX comenzaron a gestarse cambios profundos en la ciencia, la tecnología, la filosofía, y la teoría política y social, cuyas consecuencias estamos todavía viviendo, que se acentuaron particularmente a partir de la mitad del siglo, cuando comenzó, o se agudizó la transición del modernismo al pos modernismo. 

Este cambio, el más interesante desde el Iluminismo de los siglos XVII y XVIII, ha sido el tema de especulación de algunos de los más brillantes pensadores occidentales contemporáneos, como Lyotar, Foucault, Baudrillard, Derrida, y por supuesto Fredric Jameson, Martin Jay, David Harley, y Douglas Kellner, entre otros. Ellos, claro, precedidos por, y continuadores de, la tradición iniciada por la famosa Escuela de Frankfurt, el grupo de filósofos y teóricos sociales al que pertenecieron T.W. Adorno, Mark Horkheimer, Herbert Marcuse, Walter Benjamin, y Eric Fromm. 

A comienzos del siglo XX, estos intelectuales, patrocinado por Felix Weis, un joven abogado argentino, hijo de un rico inmigrante alemán, quisieron crear una alternativa a la tradición universitaria germana, que consideraban obsoleta y fosilizada; pero luego, siendo todos ellos judíos, se vieron enfrentados al ascenso del nazismo de Hitler, y la consiguiente persecución que los obligó a exiliarse primero a Francia e Inglaterra, y luego a Estados Unidos; esto con la excepción de Benjamin, quien murió en 1940 en la frontera franco-española. 

La historia de la Escuela de Francfurt, y su peregrinaje y asentamiento en Estados Unidos es una de las más apasionantes de la historia de la filosofía, que como lo sabemos desde Diogenes Laertius, está llena de biografías apasionantes. El incansable Martin Jay ha documentado diligentemente la historia y circunstancias del exilio de los intelectuales alemanes a América, y en particular los del grupo de Frankfurt, especialmente en su libro "Permanent Exiles," pero también, claro, en "The Dialectical Imagination."

Una investigación seria de la actual circunstancia humana, en el curso de la llamada edad digital, debe necesariamente apoyarse en los textos de los mencionados teóricos, en particular Jameson, Harvey, Kellner, Best, y de la mano de ellos, en los filósofos que inmediatamente los precedieron, como Adorno y Horkheinmer, y por supuesto Husserl, Heidegger, Sartre, y Hannah Arendt.

La revolución tecnológica de las últimas décadas ha alterado significativamente nuestro modo de vivir, en todo sentido. En como nos relacionamos unos con otros, la forma de comunicarnos, el acceso al conocimiento, el flujo de la información, las formas de trabajar, de divertirnos, de construir y destruir. El cambio tecnológico ha tenido efectos profundos en la producción económica y la distribución del ingreso y la riqueza. 


Como todo cambio profundo, la revolución digital ha tenido consecuencias buenas y malas. Las consecuencias positivas son evidentes. La tecnología ha aumentado nuestras capacidades de aprendizaje, creación, ha generado canales y formas de comunicación instantáneas y eficientes, ha cambiado el paradigma general del conocimiento y la gestión humana en formas hasta hace poco inconcebibles; y por consiguiente ha expandido nuestra visión del presente, del futuro, y desde luego del pasado. Nadie en sus cabales querría volver atrás, o desmontar o paralizar ninguna de las tecnologías actualmente en uso en todos los campos de la actividad  humana. 

Pero también hay consecuencias negativas, de esta gran revolución. Una de ellas ha sido la agudización del racionalismo instrumental, heredado del Iluminismo, que ha llevado a una subordinación de los cometidos humanos al objetivo productivo, de eficiencia, de acumulación, y de ganancia monetaria, con olvido de otros objetivos propios de la condición humana, no necesariamente asociados con la eficiencia y la productividad. 

Una consecuencia visible de esa tendencia ha sido la prematura obsolescencia laboral, especialmente en Estados Unidos. La digitalización de muchos servicios ha eliminado puestos de trabajo y ha condenado al ostracismo profesiones enteras. Muchas de las grandes fortunas se generan con un aporte mínimo de fuerza laboral. La revolución digital estimula pues una tendencia de acumulación exagerada de riqueza en unas pocas manos, mientras un gran sector de la sociedad se ve condenado a la incompetencia y la desesperanza.

Durante esta época ha aumentado la concentración de la riqueza, y por consiguiente se ha expandido la llamada brecha, que tiende a ser abismal, entre los ricos y las clases media y obrera. La pérdida de privacidad, y la vulnerabilidad ante los depredadores digitales es otra consecuencia negativa de la edad digital. 

 Por otra parte, aunque sabemos más, y aprendemos más rápido, eso no parece reflejarse en nuestras decisiones políticas, ni en el tratamiento de algunos de los problemas más graves de nuestra época. Vivimos una época paradójica, en la que el máximo histórico de nivel científico y tecnológico convive con formas extremas de superstición, fanatismo religioso, crueldad, violencia, y barbarie. 

Pero sin duda el principal paradigma negativo de nuestra época, nuestro mayor reto, y la peor amenaza para nuestro futuro como civilización, es el fenómeno del deterioro ambiental debido al calentamiento global, y las consecuencias catastróficas que anuncia, y que ya se han comenzado a evidenciar.  

En el marco del calentamiento global, otros graves problemas afligen a nuestros tiempos. La pobreza de miles de millones de personas, que carecen de las mínimas condiciones de nutrición, techo, salud, educación y oportunidades aceptables de supervivencia. Millones de esas mismas personas, pero no solo ellas, sufren el flagelo de la violencia terrorista y de la delincuencia cotidiana. El fanatismo religioso y militante pretende devolver a nuestra civilización a las peores condiciones de barbarie propias de los tiempos más oscuros de la historia. El autoritarismo y la corrupción prevalecen un  varios paises y regiones. La criminalidad, el tráfico de armas, el tráfico de seres humanos, la esclavitud incluso, son padecimientos implacables en buena parte del planeta.  

Pero no todo es tragedia. Hay drama también, y comedia. Y de todo eso trataré de ocuparme, abarcando mucho y profundizando poco; como el inevitable zorro berliniano que me ha tocado ser, y que a veces quisiera tener algo de erizo.